domingo, 4 de julio de 2010

LIfe

La vida… nos la dieron sin que nosotros la aceptáramos. “Algo” o “alguien” nos puso cierto día de cierto año aquí, donde estamos ahora… sin que pudiéramos decidir dónde y cuándo nacer. A veces ni siquiera pensamos en ella, en que somos más afortunados de lo que nos creemos… porque es muy valiosa, tanto… que solo existe una, y para cuando quieras darte cuenta… estás a un paso de dejarla atrás, arrugado por el paso de los años y asombrado por lo rápido que sucedió todo.

Cuántas veces hemos dicho aquello de… ¡que rápido pasa el tiempo! ¿Verdad? Conforme pasan los años nuestra principal preocupación va cambiando. Cuando eres apenas un bebé tu mayor preocupación no es más que chuparte el mayor número posible de veces el dedo gordo del pie. Cuando tienes 10 años es el marcar el mayor número de goles posible en el recreo o peinar bien a tus muñecas. Cuando tienes 15 es que tus padres te dejen salir más de las 12, y cuando tienes 18… ay amigo, aquí empiezan realmente los problemas.

A partir de esta edad empezarás a pensar más que nunca en el amor, y supongo que será el instinto el que nos lo pide. Pero el amor es el principio y final de nuestros problemas, porque somos seres incompletos, y aunque llegamos solos a este mundo, fuimos concebidos por amor… por amor de dos personas… es por eso que necesitamos de alguien que nos complemente, que nos ayude… que esté a nuestro lado.

Pero el amor le falta algo para ser perfecto… no tiene fecha de caducidad. Como los yogures. Todo sería más fácil, así no perderíamos el tiempo en sentir celos, en pedir explicaciones, en comernos la cabeza pensando si será o no será la persona de tu vida, en discusiones… dedicaríamos todo el tiempo en aprovechar hasta el último segundo para sacarle todo el jugo posible. El sentirnos querido es esencial para nosotros, porque no nos equivoquemos, aunque digamos a veces que no queremos tener pareja… el estar de picaflor aquí y allá no tiene ni punto de comparación con un desayuno… un atardecer… un viaje… una sonrisa… unos ojos… que le da sentido y valor al amor… y a la vida. Pero al amor de verdad, no al que creemos que lo es sin serlo… porque decir te quiero es muy fácil… pero a la hora de la verdad, pocos… muy pocos darían la vida por amor.

Pero bueno, ¿quién sabe?, quizás lo bueno de no tener fecha de caducidad es lo que nos permite mantener la ilusión… seguir soñando de que ese yogur que tienes en tu nevera… esta vez SÍ pueda conservarse para siempre.

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